El quiste renal es una de las razones por las que muchos pacientes llegan derivados a la consulta de urología. Si bien, se trata de una patología benigna que en pocas ocasiones va a requerir apenas seguimiento.
Pueden estar asociados a alguna patología como la poliquistosis renal hereditaria, aunque la gran mayoría de quistes son de origen desconocido y esporádico.
Se trata de bolsas de líquido acuoso que pueden ser únicas o múltiples. Se detectan fácilmente en la ecografía abdominal y se suelen diagnosticar por casualidad, ya que no dan síntomas a menos que sean muy grandes y compriman alguna estructura. Otra razón por la que se podrían presentar síntomas es la complicación del quiste renal: pielonefritis o infección del riñón, o hemorragia (esto es más frecuente en las patologías con múltiples quistes asociados).
Existe una clasificación de los quistes renales, llamada Bosniak, en la que se evalúa el aspecto de las paredes de los quistes, las calcificaciones de las mismas, si presentan tabiques en su interior y si estos captan contraste. Así, los quistes simples serán Bosniak I y no requerirán de ningún tipo de seguimiento. Los quistes más complejos pueden malignizar y formar un carcinoma renal, por lo que habrá que seguirlos o bien extirparlos. Esto es más frecuente es tipos de Bosniak III y IV.
Aunque hayamos contado lo de la posible malignización de los quistes complejos, debe quedar claro el tipo de quiste más frecuentes con diferencia es el simple y que, en estos casos, no vamos a tener que realizar seguimiento/tratamiento en casi ningún caso.