¿Qué es la hiperplasia benigna de la próstata?
La próstata es una glándula masculina del tamaño de una nuez. Se encuentra situada debajo de la vejiga, rodeando a la uretra, que es el conducto que lleva la orina al exterior. Esta glándula produce el líquido seminal, que, junto con el esperma, compone el semen, que es lo que el hombre emite al eyacular.

Con la edad, esta glándula puede verse aumentada de tamaño, lo cual ocurre a la mayoría de los varones. Este crecimiento suele, finalmente, causar problemas al orinar debido a la compresión ejercida sobre la uretra cuando la próstata aumenta su tamaño.
Este crecimiento en sí mismo no entraña ningún peligro y por ello se llama “hiperplasia benigna de próstata”.

¿Qué tipo de problemas puede causar la hiperplasia benigna de próstata?
El aumento del tamaño de la próstata comprime y distorsiona la uretra, obstruyendo por tanto el flujo urinario. Los síntomas principales son:
  • Flujo urinario (chorro) débil o interrumpido de modo que incluso pueden ser necesarios varios intentos para vaciar la vejiga.
  • Dificultad para comenzar a orinar incluso cuando la sensación es de vejiga repleta.
  • Sensación de que la vejiga no queda completamente vacía tras orinar.
  • Ganas de orinar muy a menudo tanto durante el día como durante la noche (de hecho, la necesidad de orinar durante la noche es uno de los síntomas más tempranos).
  • Sensación de micción imperiosa o apremiante. Algunos hombres pueden experimentar pérdidas involuntarias de orina por este motivo.
  • Goteo residual después de orinar.
  • Escozor durante el momento de la micción.
Los síntomas varían según los distintos pacientes, incluso pueden variar en un mismo individuo durante el curso de la enfermedad. Es importante poner énfasis en que los síntomas arriba mencionados no necesariamente significan que la próstata haya aumentado de tamaño. Otras enfermedades pueden producir síntomas similares, por lo que un varón con problemas al orinar debe siempre consultar a un médico.

¿Pueden surgir otros problemas?
Existen algunas complicaciones adicionales en esta enfermedad.
En algunos casos, el paciente se encuentra con que, de repente, le resulta imposible orinar. Esta situación es conocida como retención aguda de orina. Los estudios realizados indican que este trastorno afecta a un 1-2% de pacientes/año con hiperplasia benigna de próstata. Es un proceso muy doloroso y necesita atención médica urgente para el alivio de los síntomas.
En otras ocasiones, el vaciado completo de la vejiga resulta cada vez más difícil, quedando más orina en la misma tras la micción, con lo que gradualmente se va desarrollando esta retención, que en este caso se denomina crónica. El tratamiento de esta situación tiene por objeto, además de solucionar los síntomas, evitar la posible repercusión a otros órganos como, por ejemplo, los riñones.
Entre otras posibles complicaciones se incluyen los episodios repetidos de cistitis (infección de la vejiga) y formación de piedras en la vejiga.

¿Cómo se diagnostica?
El médico general puede realizar el diagnóstico generalmente con el siguiente método:
  • Preguntando a los pacientes sobre sus síntomas, e incluso pidiéndoles que rellenen un cuestionario sobre síntomas para aclarar mejor la naturaleza de los mismos y el grado de incomodidad que conllevan. Se puede indicar al paciente, además, que apunte, durante un período corto de tiempo (por ejemplo, tres días) la cantidad de agua que beben y lo que están orinando.
  • Realizando al paciente en la consulta un tacto rectal para comprobar si realmente el tamaño de la próstata está o no aumentado, así como su consistencia.
  • Llevando a cabo (habitualmente) un análisis de orina con cultivo de la misma y sensibilidad a antibióticos, así como unos análisis de sangre para ver la función del riñón y los niveles de antígeno prostático específico (PSA), una proteína secretada por las células prostáticas cuyo nivel se eleva en determinadas circunstancias (sobre todo tumores, aunque también en hiperplasia benigna de próstata, infecciones, infartos prostáticos, etc.)
Si otros análisis adicionales fueran necesarios, deberían ser indicados por el urólogo. Puede ser necesaria la determinación de las características de la micción mediante la flujometría (prueba que determina los flujos máximo y medio de orina, el volumen de la misma, el tiempo que dura la micción, etc.) y pruebas radiológicas (ecografía), para evaluar, entre otros datos, si la vejiga se vacía completamente o no tras la micción.

¿Cómo se trata la hiperplasia benigna de próstata?
Existen varios tratamientos para esta condición, y por ello deben considerarse los siguientes factores:
  • Sólo es necesario si los síntomas son molestos o existe alguna complicación.
  • Cada tratamiento tiene sus ventajas y sus desventajas.
El médico tendrá que decidir, en cada caso particular, cuál resulta el más conveniente.
Si sólo existen síntomas leves, lo más razonable probablemente sea esperar y observar el desarrollo de los síntomas. El paciente, en estos casos, debe visitar al médico con cierta regularidad para evitar la aparición de complicaciones.

¿Qué tratamiento médico se emplea?
Para este problema existen dos tipos de medicación:

1-Alfabloqueantes
Estos fármacos contribuyen a la relajación de las fibras musculares en la próstata y cuello vesical reduciendo, por tanto, la obstrucción del flujo. Ejemplo de éstos son la terazosina, la alfuzosina, la doxazosina y la tamsulosina. Esta medicación no reduce el volumen de la próstata, sólo produce alivio de los síntomas. Dicho efecto, en caso de producirse, se hace evidente desde las primeras dosis. Los pacientes experimentan ocasionalmente la aparición de mareos, dolores de cabeza, somnolencia, y eyaculación retrógrada. En este proceso, el semen, durante la eyaculación, en lugar de salir al exterior entra en la vejiga, y es expulsado más tarde con la orina.
2-Inhibidores de la 5-alfa-reductasa
Como el finasteride, que inhibe el crecimiento de la próstata y disminuye su tamaño. Tiene el inconveniente de su precio y el que precise de un tiempo mínimo de aplicación (6 meses) para comprobar su efectividad. Algunos pacientes pueden experimentar descenso de la libido e incluso disfunción eréctil.
Además de estos dos tipos de fármacos, existen en el mercado algunos productos a base de hierbas medicinales. Estos productos no se recomiendan de forma generalizada ya que sus efectos no han sido documentados de forma objetiva en la literatura científica.

¿Qué tipo de intervención quirúrgica es posible?
Una intervención de la próstata para tratar esta condición implica la eliminación del tejido prostático crecido. La intervención más común es un procedimiento quirúrgico endoscópico (a través de un aparato que se introduce por la uretra) mediante el cual se “rebana” la parte de la próstata aumentada de tamaño que presiona y obstruye la uretra. A esto se le llama “resección transuretral” (RTU)
Si existe tan sólo un pequeño aumento de la glándula (el tamaño de la próstata no se correlaciona con el grado de obstrucción que produce) puede ser suficiente realizar un pequeño corte en la próstata, sin necesidad de quitar tejido, para reducir la constricción de la uretra. A esto se le llama “incisión transuretral” (ITU).
Si la próstata ha aumentado de tamaño de forma considerable, puede ser necesario llevar a cabo una operación abierta a través de una incisión, con la cual se elimina el tejido prostático que rodea a la uretra, dejando la porción periférica o “cápsula”.
La cirugía conlleva obviamente mayor riesgo que el tratamiento médico. Hay que informar siempre al paciente de la posibilidad de complicaciones como la eyaculación retrógrada. Hay estudios que demuestran que hasta un 74% de los hombres experimentarán esta complicación tras la realización de una RTU; este porcentaje es mucho menor con la ITU y, por el contrario, cercano al 100% en la cirugía abierta.
También se ha relacionado la cirugía con la aparición de disfunción eréctil (este punto es controvertido; ha afectado hasta el 14% de los hombres tras una RTU), e incontinencia urinaria (1-5%). Los estudios no son, sin embargo, concluyentes en cuanto a si estos mismos hombres hubieran sufrido la misma condición de no haber mediado la intervención.
Los beneficios de la cirugía se mantienen mucho tiempo pero, al ser eliminada tan sólo una parte de la próstata (permanece la porción periférica), algunos hombres pueden necesitar con el tiempo una segunda intervención, más habitual en casos de RTU o ITU.

¿Existen otros procedimientos quirúrgicos menos agresivos?
Sí existen, y se están continuamente desarrollando nuevos tratamientos para la hiperplasia benigna de próstata. Estas técnicas son poco invasivas. Algunas necesitan anestesia local, y el riesgo de complicaciones no es despreciable en algunos casos.
Sobre estas nuevas técnicas hay que puntualizar que aún no se sabe con ceerteza si estos tratamientos serán tan efectivos como la RTU o la cirugía abierta; por el momento se está evaluando qué pacientes son los más adecuados para aplicarles estos tratamientos.
Estas técnicas están continuamente siendo evaluadas.

Termoterapia por microondas
En este tratamiento, el tejido prostático es calentado a un temperatura de unos 45 ºC por medio de microondas. El efecto resultante es que las células de la glándula mueren, con lo cual se reduce el tamaño de la próstata. Este procedimiento se lleva a cabo a través de la uretra.

Electrovaporización
En este procedimiento, se aplica una corriente eléctrica por medio de un endoscopio, de manera que parte del tejido prostático es eliminado por evaporación.

Resección por láser
Es otro tratamiento por vía endoscópica, en el cual se trata el tejido prostático con láser.

Stents
Para este tratamiento se inserta una especie de tubo de metal o de plástico formando una especie de túnel o paso para la orina que se sitúa en el lugar en el cual la glándula obstruye la uretra. Tras numerosos estudios, se ha propuesto su utilización sólo en los casos en los que no pueden aplicarse el resto de los tratamientos propuestos.

¿Es posible el tratamiento con catéter?
Algunos pacientes con retención urinaria que tienen un alto riesgo vital al someterse a una anestesia pueden tener que verse obligados a llevar un catéter vesical (sonda vesical) de manera permanente, que puede colocarse, bien a través de la uretra, o directamente a través del abdomen en la vejiga. En estos casos, el riesgo de cistitis (infección de la vejiga) es mayor.

Una alternativa es enseñar al paciente a vaciar la vejiga él mismo con un catéter de forma periódica. Dadas las características de estos pacientes y la situación en que se encuentran, en pocas ocasiones es factible en la práctica esta medida.

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